Cuestionario.
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Responde:
1.
¿Por qué los cuentos son un género literario?
Porque presentan un
contenido, una práctica literaria, extensión de texto, estructura y tono.
Contienen un dialogo y una descripción que conforman la narrativa; son obras
literarias que dejan un mensaje al lector.
2.
¿Qué cuentos has leído?
Los 101 dálmatas, Spirit el
corcel indomable, la cenicienta, Blanca nieves, cuentos de navidad, Aladino.
3.
¿Qué enseñanza te han dejado?
Mensajes en donde se
practican los valores del amor, la solidaridad, la honestidad, la valentía, el
respeto, etc.
4.
¿Crees que es importante su utilización como recurso
didáctico?
Si, ya que da lugar a la
creatividad y la imaginación de los alumnos y forma un elemento dinámico en el
aula.
Cuentos.
El
almohadón de plumas
Horacio
Quiroga.
Publicado en el libro “cuentos
de amor, de locura y de muerte” el año 2008 en Buenos Aires.
En un tiempo progresivo
donde se relata el cuento, con un contexto dentro del hogar del matrimonio.
Aprendí que el amor es incierto, que no todos amamos de
la misma forma, ni el tiempo, ni la situación, ni el lugar asegura la
felicidad; que hay quienes agonizan por un padecimiento y quienes mueren por
desamor. En ocasiones pensamos que nuestra felicidad es momentánea o depende de
algo o alguien y pasamos el tiempo atormentados si nos quieren o no y si
podemos ser felices.
El
rastro de tu sangre en la nieve.
Gabriel García Márquez.
Publicado en el libro
“doce cuentos peregrinos” en 1992, el cuento se relata en temporada invernal.
La
unión de un hombre y una mujer llevaba a un relato pasional en el cual ambos
compartían su amor y deseo; para después perder su amor ante una situación de
muerte, donde terminaba el matrimonio de dos amantes y la pérdida de un
primogénito, que se mostró en el hombre por desconocer el estado de su amada.
Volver
a babilonia.
F. Scott Fitzgerald.
Publicado en The Saturday Evening Post el 21 de
febrero de 1931.
La problemática que representa las adicciones, rompen
lazos que unen a la familia y dejan descubiertos a los seres que se aman, el
cambio y la constancia de un hombre por conseguir obtener la custodia de su
hija demostrando que puede permanecer con él, segura y con el cariño
suficiente.
El
gigante egoísta.
Oscar
Wilde
Publicado en el año de
1888, se narra la historia en un contexto de un gran jardín.
Los niños son
transmisores de empatía, amor, bondad y cariño, debido a su carácter y
positividad lo que impacta en la visión del gigante, haciéndole cambiar su
forma de pensar para poder convivir con ellos.
El
sur.
Jorge
Luis Borges.
Publicado inicialmente en
1953 en el periódico LA NACION, con un contexto dentro de un hospital.
Un joven bibliotecario
debería de superar su estado en cama mismo que fue causa de un accidente para
después recuperarse y tener una muerte por un vándalo que lo encontraba en los
suburbios.
Entre dos alas.
Entre
juegos y apapachos se regocijaba la abuela con su nieto que tanto amaba, su
cara deslumbraba un profundo amor, tan tierno que el más duro de los hombres se
derretía de ver los cariños que esos dos se daban. La abuela disfrutaba de ir
en busca de su nieto a casa de su hija todas las mañanas de verano, recorrían
las calles con grandes árboles y recogían pequeñas florecillas reuniéndolas en
un pañuelo, que más tarde le regalarían a mamá.
La
abuela ya no era tan ágil como en sus buenos años de gloria y juventud, pero
sabía amar con el corazón más vigoroso y jovial que pudiera existir; se sentía
viva al lado de ese pequeño ser que la acompañaba, miraba sus ojos y acariciaba
sus manos tersas, no podía creer que pudiese amar tanto a ese bodoque con
piernas regordetas y con pliegues en sus brazos, un completo festín para todas
las abuelas.
Ya
era una costumbre visitar a la abuela, pasar ricos sábados de café con canela y
ricas galletas para remojar, recostarse en el sofá, jugar con pequeños muñecos,
pero, aun así, el muñeco preferido seguía siendo Santiago, ¡sí! La abuela amaba
a Santiago, un infante de dos años que se tomaba de la mano de la abuela para
ir de la cocina a la recamara y por qué no, recorrer varias vueltas el comedor
mientras reía de nervios porque su abuela lo perseguía con una cara pinga y
manos que buscaban abrazarle la panza abultada.
Eran
perfectos los momentos juntos, la abuela pasaba tiempo con el ser que más
amaba, mientras ayudaba a su hija en el cuidado de su ser preferido. Mamá
trabajaba bastante, no era fácil ser madre soltera, trabajar y estudiar, pero
ella sabía que el cansancio era reflejo de su recompensa; pues también amaba a
esos dos amigos de juego que cada tarde veía al llegar desfalleciendo de
cansancio, pero con una sonrisa que borraba todo dolor, calambre y fatiga. Mamá
era excelente, mamá era una heroína.
Una
tarde mientras mamá volvía, la abuela mostraba un gesto de angustia, no era la
abuela, era distinta, su hija reconociendo al instante su cambio preguntó:
–¿Qué pasa madre?
-Por
la mañana comimos un rico desayuno, pero note que mi niño no lo disfrutaba como
yo.
La
abuela trataba de explicar que su nieto no se sentía bien y posiblemente
estuviera enfermando. Mamá revisó al instante a Santiago y pudo observar que su
piel estaba pálida y sus risas comenzaban a menguar. Asustada comenzó a cuestionar
a la abuela
-
¿Qué comió? ¿acaso tomó algo del suelo?
¿la leche estaba pasada?
Buscaba
todas las posibles razones por las cuales su preciado hijo enfermaba, como toda
madre con instinto protector, comenzó a revisar la cama donde dormitaban él y
la abuela, inspeccionando cada rincón de la cocina, pues temía que Santiago se
llevara a la boca cualquier basurilla. La abuela y mamá terminaron de buscar y
limpiar sin tener la certeza de que pasaba con el pequeño que había perdido el
apetito.
Al
día siguiente mamá intranquila tuvo que ir a trabajar y la abuela pensando en
todos los consejos no se despegó de la criatura que estaba indispuesta a tener
una mañana de juegos.
Santiago
nuevamente no tenía apetito, miraba a la abuela con una intensidad que penetraba
hasta su alma y balbuceaba algunas palabras cortas, pero sin ánimo de seguir
con la charla, solo la miraba, como diciendo:
-Mírame
abuela, me siento mal, será que pudieses ayudarme, no tengo ánimos de que me
persigas entre los muebles ni esconderme detrás del sofá.
La
abuela angustiada solo pensaba en el tono amarillo y blanquizco de su nieto –
si pudiera darte besos rojos lo haría, para devolver el color a tus mejillas mi
niño amado.
Mientras,
mamá en la escuela pensaba en las agujas del reloj y sentía que no avanzaban cordialmente
para poder salir en busca de su pequeño, echando a volar la mente y el corazón
hasta aquella pequeña casita que resguardaba sus más grandes tesoros. Cundo al
fin se dio la hora de salir, corrió de tal forma que sus pies latían por la hinchazón
que contenían las zapatillas escolares que no paraban calle tras calle.
Al
llegar a casa, la abuela no estaba, había dejado una nota diciendo – salí hacia
la clínica. Mamá se imaginó lo peor, dejo todo lo que cargaba y cambió esos
duros zapatos para que la distancia se hiciera desahogada y corta fuera la
incertidumbre. Al llegar a la clínica volteaba de lado a lado en busca del
rostro de su madre, tratando de encontrarle una amiga de su madre la detuvo y
le calmó.
-
¡Tranquila Lorena! Tu madre y tu bebé están aquí, ella me ha dicho que tu susto
sería grande y por eso te esperaba al entrar.
-¿Sabes
cómo se encuentra? ¡Necesito verlo, muéstrame el cuarto donde lo tienen ¡
La
amable enfermera no podía contener la ansiedad de mamá, mamá estaba
descontrolada, cuidaba tanto de su amado que era imposible no pensar en su
malestar y que algo grabe le estuviera pasando, cuando de pronto, una puerta se
abrió, era su madre y su adorado hijo cubierto por una pequeña manta donde la
abuela lo sostenía en su regocijo sin querer soltarle, mamá corrió hacia ellos
y los abrazó tan fuerte que no quería que escaparan de su ceñido arrumaco.
-
¿Mamá, ¿qué es lo que te han dicho? ¿qué es lo que tiene?
La
abuela volteo con cara de espanto y tomándole la mano a mamá le dijo entre
sollozos
-Mi
muñeco necesita a otro médico, no debes de alarmarte, siempre hemos sido
fuertes.
Mamá
se puso de un color blanco como la nieve, misma que se avecinaba ante las
fechas frías y sombrías.
-Madre
¿cómo es que puedes decirme tal cosa, pretendes que me calme con esa frase?
-
No pretendo calmarte con engaños, creo que en casa comprenderás mi sosiego.
El
camino hacia casa se tornó triste, mamá solo imaginaba los diagnósticos que el
médico pudo haber pronunciado y la abuela se callaba todo lo que él había
mencionado, un silencio que dolía en torno a lo que le pasaba a aquel niño de
tan solo dos años. Ya en casa Santiago descansaba pues no había sido divertido
estar en un consultorio sintiéndose fatigado y sin ánimos, cayó rendido en su
sofá favorito, el momento perfecto para que mamá y la abuela charlaran.
-
¡Tienes que contármelo todo! Exclamó mamá con voz demandante. Mientras los ojos
de la abuela se llenaban de lágrimas.
-Lo
que me ha mencionado el médico es ¡nada, eso, nada!
-No
puedes estar jugando con la palabra nada si se trata de mi hijo, mi querida
madre.
-
¡No juego!, jamás trataría de torturarte, el médico me ha dicho que no existe
un diagnóstico para mi bello nieto, le ha sido imposible darme un nombre
especifico de la enfermedad que lo acongoja, pero como único consuelo me
sugirió a otro doctor y los inicios de una anemia por su color ictérico.
Dada
la cita y la fecha para los estudios que tratarían de descifrar el padecimiento,
mamá tuvo que dejar sus tareas y responsabilidades para tomar un pequeño viaje
hacia otra ciudad con la esperanza de que pudieran ayudar al pequeño Santiago,
la abuela la acompañaba tomándole la mano y haciendo una caricia ocasionalmente
en la mejilla de su nieto mientras recorrían la carretera en el autobús que
tomaron por tres horas hasta llegar a la capital.
En
el hospital ya los esperaban, se trataba de un caso especial y tenían que
tratarlo como tal; pasaron directamente a la sala de urgencias donde las
enfermeras separaron al infante, mamá acariciaba su mano mientras se le formaba
un vacío en el pecho que después de ese momento crecería y le haría sufrir una
ansiedad que jamás había experimentado –nuestro bebé está dentro mamá, oremos
por tenerlo de nuevo en nuestros brazos.
La
espera fue dura y agonizante, ambas se miraban y volteaban a otro lado,
observaban los rostros de las personas desconocidas y del personal del hospital,
de un lado a otro, al paso del tiempo la desesperación era aguda, con manos
sudorosas y ojos cansados, de pronto el doctor llamaba a mamá – ¡Lorena
Cordero! Una y otra vez, mamá
rápidamente llegó a él con la esperanza de que tuviera buenas noticias.
-Señora,
debo ser sincero con usted, su hijo se encuentra delicado, con un nivel de hemoglobina
muy bajo.
-¿Hemoglobina?
No entiendo doctor.
-¡si!
Sus glóbulos rojos están desapareciendo de su sangre y está presentando un
estado anémico, eso explica el color de su piel y el estado de ánimo, no hemos
podido estabilizarlo. Al instante Lorena se desvanecía, sentía como su cuerpo
se desprendía de la realidad, la abuela le ayudaba dándole su hombro como
soporte y la consolaba.
Mamá
se calmaba poco a poco y preguntaba al doctor
-
¿Cuál es la solución, tiene cura, puede usted ayudarme?
-Estamos
trabajando en ello, le puedo asegurar que lo ayudaremos.
Mientras
el pequeño estaba en sala, mamá y la abuela buscaban refugio en donde pasar la
noche ya que Santiago permanecería algunos días en el hospital, encontraron un
hotel diminuto, de habitaciones sencillas y poco acogedoras, pero era accesible
a la renta y se encontraba cerca del hospital que resguardaba a su amado niño,
no podían conciliar el sueño, se preguntaban una y otra vez la posible causa
del padecimiento de su querido niño, comenzaron a charlar y recordaron los
momentos de felicidad que habían vivido en tan corto tiempo de dos añitos con
un ser que había llegado a cambiarles la vida. Al día siguiente llegando el
horario de visita, anhelaban ver a su bebé y que les dieran buenas noticias, el
doctor tardó más de lo normal en salir, lo que preocupaba a las dos mujeres. Al
fin el doctor Ríos salía y buscaba a la madre para explicarle.
-El
procedimiento que realizamos con Santiago fue positivo y está reaccionando, aún
tenemos que tenerlo en observación. Ambas estaban felices, se abrazaban y
dejaban ver sus emociones en el pasillo. Le habían realizado a Santiago una
transfusión de glóbulos rojos para recuperar sus niveles en sangre.
La
abuela y mamá nunca se habían separado tanto tiempo de Santiago, pero el saber
que se encontraba con bien las reconfortaba y solo estaban ansiosas por reencontrase
con él, sin ganas de probar bocado permanecían en la sala de espera esperando
por buenas noticias, al llegar la tarde la enfermera les señalaba que podían
acceder a los pisos de las salas para poder ver a Santiago, juntas se tomaron
de la mano y siguieron de cerca a la enfermera que las dirigía hacia el cuarto
donde reposaba el bebé que se encontraba exhausto de las agujas y las luces que
segaban sus ojos. Al ver a su madre rompió en llanto y extendía sus brazos para
intentar llegar a ella, con los ojos llenos de lágrimas, la abuela envolvía a
ambos, sin poder soltarse y sin cesar en su llanto, al fin los tres de veían de
nuevo. El doctor feliz de su trabajo estaba satisfecho de lo que veían sus ojos
y sentía empatía por la pequeña familia.
Tanto
amor se sintió en aquella habitación que demostraba así, la fuerza de los lazos
familiares llenos de cariño y fe.
FIN.
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